Club del Libro

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lunes, 6 de septiembre de 2010

La oscura dulzura del amor

Candy says, I hate the quiet places 
that cause the smallest taste of what will be. 
Candy says, 
I hate the big decisions 
that cause endless revisions in my mind.-
“Candy says”. 
The Velvet Undergound

Existe una mirada que más que cualquier otra nos acerca al mundo: la que se nos revela en el cuerpo del ser amado, aquella que funciona como espejo de ese algo, difuso y etéreo, al que llamamos alma. Sin embargo, lo que esa mirada descubre no es siempre una imagen luminosa, pues a veces las circunstancias adversas la opacan hasta oscurecerla completamente.

Candy es la historia de un amor que se marchita por las circunstancias desfavorables, marcado por los síntomas de la sociedad moderna: depresión, soledad y búsqueda de la identidad. Aunque la protagonista sea una prostituta enganchada a las drogas, la tragedia del relato no gira en torno a ese asunto, sino a los problemas que surgen con el enamoramiento adolescente. La adicción de Candy a la heroína es un asunto al margen, en el sentido de que representa una situación extrema para una experiencia que todos, en alguna ocasión, hemos experimentado: el amor.

Joe, un adolescente común que vive en un suburbio inglés, viaja a Londres por motivos de salud. La ciudad lo abruma y no puede evitar sentirse fuera de lugar, perdido y solo entre tanta gente. Es entonces que conoce a Candy, cuya sonrisa y simpatía quedan imborrables en su memoria. A partir de este momento, Joe no podrá desprenderse de ella, ni siquiera después de descubrir que es una prostituta heroinómana, anclada a una vida de violencia dominada por un hombre cuyo nombre no puede escuchar sin sentir escalofríos: Iggy, quien a cambio de vender su cuerpo en las calles, le proporciona la heroína Candy.

Joe queda prendado de la primera imagen de Candy: el rictus de una sonrisa encantadora, una mirada extraña pero igualmente atractiva y un cuerpo hermoso. Lo que Joe no sabe es que se trata de una máscara, un rostro construido sobre otro para ocultar un sufrimiento irremediable:
“Di la vuelta absorbiendo una marejada de caras borrosas. Ahí estaba ella, detenida en el quicio de una farmacia, recargada en la pared, sonriéndome. Era una de esas sonrisas que te desgarra el corazón: labios, dientes, ojos chispeantes…”

El propósito de Kevin Brooks es acercarse a los jóvenes para inculcar en ellos el placer de la lectura. Este acercamiento no es de ninguna manera sutil, pues los temas, las situaciones y los personajes de sus libros, no son fáciles de asimilar; al contrario, intentan enfrentar al joven lector con sus propios temores e inseguridades por medio de situaciones que ha vivido o estará viviendo pronto.

Los finales felices son propios de los cuentos de hadas. Si como dicen, el enamoramiento es un estado constante de locura, similar a una leve esquizofrenia, es asunto aún para discutirse. Lo cierto es que cuando el amor toca la vida de un joven inexperto, las probabilidades de que todo termine mal son altas. Puede que eso suceda entre Joe y Candy.

Acerca de Kevin Brooks

Kevin Brooks (Inglaterra, 1959), antes de dedicarse por completo a la escritura tuvo diversos empleos; fue vendedor de hot dogs en el zoológico de Londres, asistente en un crematorio e incluso trabajó en una gasolinera. En 2002 publicó su primera novela, Martyn Pig, con la que ganó el premio Branford Boase Award en el 2003. Después le siguieron las novelas Lucas (con la que recibió el North East Book Award en 2004 y que el FCE publicó en español en 2009), Kissing the rain (2004), Bloodline (2004), I see you, baby (2005), Being (2007), Black rabbit summer (2008), Killing god (2009), iBoy (2010), y Summary of all (2010).

En su myspace (http://www.myspace.com/kevinbrooksauthor), Kevin Brooks dialoga con sus seguidores de todas partes del mundo y dice acerca de lo que escribe: “Son libros acerca de cosas reales, vidas reales (con toques ocasionales de otras cosas), y aunque yo no los describiría como crime fiction, regularmente tienen elementos de thriller. Me gusta escribir sobre el lado más oscuro de las cosas, y no soy conocido por mis finales felices”.

Su literatura se inscribe dentro del género YAF (Young Adult Fiction), que goza de gran popularidad en países como Inglaterra y Estados Unidos. En nuestro país, este género comienza a hacerse popular y prueba de ello es esta versión al español de la tan aclamada Candy, editada ya en otros idiomas.

Kevin Brooks no esconde  su gusto por la música, de hecho en algún momento de su vida pensó en dedicarse por completo a ella. Algunos de sus grupos favoritos son My bloody Valentine, The Velvet Underground y The Clash.

Respecto a la influencia del rock en su escritura, el propio autor comenta: “Aunque música y libros son, en alguna forma, muy diferentes, intento verlos como fundamentalmente la misma cosa; ambos son indefinibles y maravillosas maneras de expresión, y pienso que escribir libros es muy similar a escribir canciones. Ambos tratan sobre la misma clase de cosas: ritmo, emoción, poesía, sentimientos, descripciones, misterio. Así que, a resumidas cuentas, mi música tiene una enorme influencia en mi escritura, básicamente porque las pienso de la misma forma”.


(Reseña elaborada por Nidia Cassandra Rosales)

2 comentarios:

  1. yo ya leí los primeros 3 capítulos (y más) ¿¿ahora que hacemos??...

    Cuando menos dejaré un comentario; creo que comienza muy bien el libro, la historia es algo tranquila y me hizo recordar cuando tenía la edad de Joe, cuando la niña que me gustaba me habló por primera vez... incluso he sentido pena de levantar las monedas que se me han caido al suelo y saber que muchas personas me observan, los sentimientos son bien descritos por el autor.
    Me identifique un poco con el personaje...

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  2. Pienso que Candy cuenta con una buena estrategia para atraer a los jóvenes, porque retrata el amor adolescente en medio de toda aquella decadencia moral, en un sitio tan propicio para el amor, el desamor y demás adversidades, como Londres. Pienso además que todos, o casi todos, podemos sentirnos vinculados con los problemas ahí plasmados, pues aunque hayamos dejado atrás la adolescencia, no dejamos de enamorarnos, sobre todo de personas tan poco convenientes como pintan aquí a Candy, pero tal vez en ello resida la fuerte atracción que ese tipo de gente mueve en nosotros...

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