Club del Libro

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miércoles, 27 de abril de 2011

Tres ataúdes blancos - Antes de empezar

Bienvenidos a una nueva lectura a Fondo: comencemos a leer Tres ataúdes blancos (2010) del colombiano Antonio Ungar (Bogotá, 1974).

El libro, ganador del XXVIII Premio Herralde de Novela, inicia con un prólogo titulado “Antes de empezar” en el que, como inmediatamente podemos intuir, el narrador-protagonista de la historia nos pone en antecedentes respecto a la “acción que todavía no se acciona”.

Son varios los rasgos que desde estas primeras páginas llaman la atención del lector. Nos referiremos primero a aspectos del estilo narrativo de Antonio Ungar y después a elementos particulares de la historia.

Lo primero que podemos destacar del texto es la manera en la que el autor se vale de su magnífico manejo del lenguaje para crear episodios humorísticos. El humor de la novela va del simple juego de palabras, a la sutil asociación de ideas, a la más divertida mordacidad. Incluso asuntos tan terribles como un asesinato (o muchos) se revisten de un certero humor negro.

También es de llamar la atención la conciencia que hay en el texto (y en su narrador) de estarnos contando una ficción. Las constantes referencias que el protagonista hace de sí mismo como el “héroe y único narrador autorizado” de la historia, la narración que se sustenta en la descripción de planos cinematográficos, la explicitud con que el narrador se refiere a todo lo que nos cuenta como un texto literario (con escenas merecedoras incluso de su propio subtítulo), nos impiden, por una parte, pensar en lo referido como algo real, pero por la otra nos enganchan en el juego de imaginación que nos propone el autor.

¿Pueden pensar en algo más sobre el estilo de Ungar que les parezca digno de mención?

Respecto a la historia, ésta apenas empieza a ser contada. Todo lo que debemos saber para su desarrollo se nos refiere desde la primera página. Lo más importante a lo largo de esta sección es tal vez la construcción que en ella se hace de José Cantoná, el protagonista-narrador-héroe de Tres ataúdes blancos. Todo lo que nos cuenta sobre su padre, sobre el candidato Pedro Akira, sobre su amigo Jorge Parra, sobre la República de Miranda y su situación política (incluyendo al presidente Del Pito), pero, sobre todo, cada una de las rutinas interrumpidas (la música que no puede seguir tocando, el padre que actúa como estatua de mármol, el asesinato de Akira), en realidad sirve principalmente para edificar su propia identidad, para convertirse en el protagonista-narrador-héroe con el que los lectores debemos identificarnos para poder seguir con interés el curso del relato.

Para el final dejamos algo esencial que se nos informa desde la primera línea: “Una cosa llevó a la otra.” Tras esta aclaración debemos esperar que todo lo que en esta novela ocurra será consecuencia de algo anterior, así que tenemos que estar atentos a lo que leamos, no sólo para comprender la historia, sino para disfrutarla.Y desde el prólogo nos parece que será una historia disfrutable, ¿no les parece?, ¿qué opinan ustedes?

No olviden participar con nosotros y compartir su propia lectura de Tres ataúdes blancos. Continuaremos en los próximos días con el capítulo 1.

lunes, 25 de abril de 2011

Tres ataúdes blancos

Tres ataúdes blancosA partir de esta semana iniciaremos la lectura del libro que resultó ganador en la última votación de Lectores a Fondo: Tres ataúdes blancos de Antonio Ungar. En esta trepidante novela, ganadora del Premio Herralde 2010, tienen cabida el thriller político, el relato policial, la sátira social, la historia de amor... No en vano su propio autor se refiere a ella como “un concierto de punk de trescientas páginas”.

Comenzaremos por el capítulo titulado “Antes de empezar”, una suerte de prólogo en el que el autor, por medio de José Cantoná, su narrador-protagonista, nos pone, como el nada sutil título del apartado nos hace suponer, en antecedentes de la historia que se nos relatará.

Revisaremos después cada uno de los once capítulos y el epílogo —titulado, nuevamente sin sutileza alguna, pero de forma muy sugerente, “Después del final (El principio)”—, para concluir con una revisión general de la obra.

Esperamos que nos acompañen a lo largo de esta nueva aventura con Tres ataúdes blancos. Su participación es muy importante, porque en el Fondo todos leemos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Árboles petrificados

A diferencia de lo que ocurre en varios otros de los cuentos de Amparo Dávila que hemos leído con anterioridad, en “Árboles petrificados” (historia que da título al libro que fue galardonado con el Premio Xavier Villaurrutia en 1977), la presencia de la muerte no es literal, sino una metáfora para representar, en éste caso, a la vida que llevan los personajes, la cual sienten ajena, que no les pertenece, como si en realidad no la vivieran.

Los personajes del relato son mostrados casi como fantasmas: sin nombres, deambulando sin barreras por el tiempo y el espacio, pero sin una verdadera presencia física. La narradora-protagonista refuerza esta percepción pues nunca parece ver a los otros personajes, sino sólo oírlos, sentirlos, imaginarlos.

Es reiterado además en la narradora el pensamiento de no pertenencia, de estar donde no se debería estar, haciendo lo que no se debería hacer; así, la culpa juega también un papel importante. Decíamos arriba que los personajes parecen fantasmas, pero quizá sea más correcto compararlos con almas en pena, que vagan en busca de la redención de sus pecados. Y resulta claro que las ideas de religión y pecado se encuentran muy presentes en este relato, en el que el adulterio es un tema muy importante: el constante repique de las campanas, la iglesia, las manzanas, símbolo inequívoco del pecado original.

Al final los personajes no llegan a ninguna parte, son incapaces de hacerlo pues carecen de voluntad. Son todos como los árboles petrificados del título: existen, pero no viven.

 

Hemos llegado al final de nuestra lectura de los Cuentos reunidos de Amparo Dávila. En los próximos días sus votos decidirán cuál será nuestro siguiente libro. No olviden votar por su favorito y recuerden que en el Fondo todos leemos.

lunes, 18 de abril de 2011

El abrazo

Aparece una imagen en “El abrazo”, el cuento de Amparo Dávila al que nos referiremos en esta ocasión, que puede servir como metáfora de la estructura no sólo de éste, sino de prácticamente todos los cuentos de la autora: la de la ventana bajo una tormenta nocturna.

Como las gotas de lluvia que golpean el cristal, los detalles de cada cuento apenas pueden distinguirse, siempre se confunden con el todo, se deslizan con gran lentitud, cambian de lugar y de forma de un momento a otro. Entonces, de pronto, como un rayo, una revelación ilumina todo con una luz tan cegadora que oculta otros detalles y, al final, todo se sumerge en una oscuridad mayor aún que la inicial.

La historia de Marina, la protagonista de “El abrazo” se nos revela poco a poco, gota por gota, sin mostrar nunca demasiado, cambiando a cada línea nuestra percepción de lo relatado. La oscuridad en la que Marina está inmersa también la vive el lector y sólo en pequeños destellos muy pausados se nos va dando la información para comprender la historia en su totalidad.

Además de la estructura que ya hemos mencionado, en este cuento se presenta uno de los temas más recurrentes en la narrativa de Dávila: el gran amor que ha sido arrebatado por la muerte y el encuentro con el mismo que sólo puede tener lugar por medio de una nueva muerte.

Pese a todo, al final son muchas más las preguntas que la narración nos provoca que las respuestas que nos ofrece.

¿Qué respuestas hallaron ustedes en “El abrazo”? ¿Qué preguntas les quedaron sin satisfacción?



Casi hemos llegado al final de nuestra lectura de los Cuentos reunidos de Amparo Dávila. El siguiente y último será “Árboles petrificados”. No olviden participar en la votación para elegir, de entre cuatro opciones de novela policial hispanoamericana, nuestra próxima lectura.

viernes, 15 de abril de 2011

Nueva lectura

Estamos a punto de terminar la lectura de los Cuentos reunidos de Amparo Dávila y es hora de decidir qué leeremos a continuación.

En esta ocasión hemos pensado en acercarnos a uno de los géneros literarios más cautivantes: el policial. Para ello les proponemos que elijan entre obras de cuatro autores hispanoamericanos que abordan el género desde distintas perspectivas.

Los sinsabores del verdadero policíaEl primer libro que proponemos es Los sinsabores del verdadero policía (2011), obra póstuma de Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 - Barcelona, 2003). En esta novela, iniciada en los años ochenta del siglo pasado y concluída en 2003, encontramos a Bolaño, a decir de Jorge Herralde, “en su mejor forma”. Emparentada por medio de personajes y escenarios con otras obras del autor como Los detectives salvajes (1998), Estrella distante (1996) y 2666 (2004), Los sinsabores... es un muestrario de lo más representativo de su literatura, que va de lo fragmentario y surreal a lo inacabado y delirante.

Belleza rojaLa segunda propuesta viene de la pluma de un mexicano, Bernardo Esquinca (Guadalajara, Jalisco, 1972): Belleza roja (2005), novela en la que se entrelazan dos historias que oscilan entre la realidad y la fantasía y en las que la belleza y sus cánones contemporáneos juegan un papel destacadísimo. El propio Esquinca, autor reconocido de relatos de terror como los reunidos en Los niños de paja (2008), describe ésta, su primera novela, como “una fábula anticipatoria, en la que intento jugar un poquito a imaginar un futuro cercano donde va a haber hombres posthumano”.

La prueba del ácidoLa prueba del ácido (2010) es nuestra tercera propuesta. Su autor, Élmer Mendoza (Culiacán, 1949), es uno de los más destacados escritores de novela de temática criminal de los últimos años. En esta historia nos volvemos a encontrar con Édgar el Zurdo Mendieta, protagonista de Balas de plata (2007), novela que le dio a su autor el III Premio Tusquets de Novela, intentando ahora resolver el asesinato de una bella mujer a la que conocía, y con otros personajes, entre amigos y enemigos del Zurdo, que lo acompañarán en una historia trepidante en el norte de México, como las que sólo Mendoza sabe escribir.

Tres ataúdes blancosLa cuarta y última propuesta es Tres ataúdes blancos (2010), de Antonio Ungar (Bogotá, 1974), novela ganadora del 28° Premio Herralde. Situada en la imaginaria, aunque sospechosamente familiar, república latinoamericana de Miranda, esta historia sobre un hombre antisocial y adicto a internet que se ve obligado a reemplazar a un líder político opositor, sirve a Ungar para, valiéndose del humor negro, criticar la atroz realidad política y social de los países de esta región del mundo.



Participen en la encuesta de Lectores a Fondo para elegir de entre estas cuatro magníficas novelas el libro que leeremos a continuación. Porque en el Fondo todos leemos.


ACTUALIZACIÓN DEL 25 DE ABRIL:

Resultados de la votación


Los sinsabores del verdadero policía de Roberto Bolaño

16
(33%)

Belleza roja de Bernardo Esquinca

7
(14%)

La prueba del ácido de Élmer Mendoza

8
(16%)

Tres ataúdes blancos de Antonio Ungar

17
(35%)

miércoles, 13 de abril de 2011

El pabellón del descanso

Durante la lectura de “El patio cuadrado”, el primero de los Cuentos reunidos de Amparo Dávila que leímos en Lectores a Fondo, nos preguntábamos si la protagonista del cuento retrocedía cuando se enfrentaba a la muerte o si en realidad la buscaba.

En “El pabellón del descanso”, el cuento del que nos ocupamos ahora, no nos queda ninguna duda. Angelina, una mujer adulta atrapada en su propia soledad, abandonada por su única hermana, a la que ha criado como una madre, y atada a una tía egoísta e hipocondríaca, se ve de pronto diagnosticada con una enfermedad mortal. Al principio, claro, esto le parece una sentencia injusta, que la agobia y para la que no está preparada. Sin embargo, una vez hospitalizada para tratar su enfermedad, las cosas no parecen ser del todo malas.

Los protagonistas de los cuentos de Amparo Dávila no suelen tener nombre, así que cuando uno lo tiene, éste debe significar algo. En el caso de Angelina, su nombre nos indica su cualidad angelical, primero al ver los sacrificios a los que es capaz de llegar por complacer a su hermana, a la que ha cuidado desde pequeñas, y después porque, aún creyendo que no, en realidad sí está preparada para dejar el mundo de los vivos. Durante su hospitalización Angelina se fascina con una construcción en el jardín de la clínica donde se encuentra, llamada eufemísticamente “el Pabellón del Descanso”. A este lugar son llevados los pacientes una vez que han muerto, como una forma de no inquietar a los demás.

A Angelina el pabellón no le crea inquietud, sino paz, busca todos los días contemplarlo y le indigna que ningún paciente muera y que la bella construcción esté vacía. Así que, cuando los médicos le anuncian que muy pronto será dada de alta, ella decide hacerle compañía.

Angelina se ha cansado de vivir y decide que merece un descanso y ha encontrado el lugar adecuado para hacerlo.

¿Qué les pareció “El pabellón del descanso”? ¿Les parece lógico el desarrollo en la mentalidad del personaje hasta el punto de desear la muerte? No olviden compartir con nosotros sus comentarios.



Ya estamos muy cerca de concluir la lectura de los cuentos de Amparo Dávila. El siguiente en nuestra lista es “El abrazo”.

lunes, 11 de abril de 2011

Estocolmo 3

El departamento de la colonia Juárez en el que viven Homero y Betty es prácticamente perfecto. Así se lo hacen saber los anfitriones a su invitada, la narradora del cuento de Amparo Dávila que toma su título de la dirección del edificio en cuyo quinto piso se desarrolla la acción: “Estocolmo 3”. Todo en el apartamento es ventajoso: la hermosa vista desde el ventanal, el bajo costo del alquiler, la ubicación. Incluso aquello que pudiera parecer negativo, como el hallarse en un quinto piso sin elevador, bien mirado, resulta positivo, pues además de encontrarse lejos del ruido de la calle, subir la escalera es un magnífico ejercicio.

Lo único que rompe con este aspecto de total perfección aparece (y aparecer es aquí la palabra clave) sólo ante los ojos de la visitante (una narradora sin nombre, tan común en los cuentos de Dávila): la desconcertante presencia de una misteriosa mujer a la que nadie parece tomar en cuenta, como si fuera uno más de los delicados muebles del lugar, como si nadie la viera. Y es que, en efecto, nadie más la ve. Pero una vez que su presencia es revelada, todo se transtorna, hasta tal punto que Homero y Betty, al día siguiente, deciden dejar el maravilloso departamento.

Con una historia que parece de fantasmas, Amparo Dávila decide hablarnos, precisamente, sobre las apariencias, sobre la gran importancia que le damos a lo que los demás ven de nosotros mismos, sobre cómo cualquier defecto, al ser señalado por alguien más, pese a que nosotros mismos no seamos capaces de verlo, se nos hace insoportable. Cuando los inquilinos del departamento donde una persona ha visto un fantasma caen en la cuenta de ello, deciden abandonarlo, no obstante lo magnífico que les parecía antes. El departamento deja de pronto de ser perfecto para ellos porque no es perfecto para los demás.

De esta forma, el hermoso departamento del quinto piso de Estocolmo número 3 seguirá vacío hasta que alguien más aprenda a lidiar con su aparente perfección y con su turbadora imperfección.



Durante los siguientes días continuaremos con la lectura de los Cuentos reunidos de Amparo Dávila. El próximo es “El pabellón del descanso”.

jueves, 7 de abril de 2011

La carta

En Lectores a Fondo seguimos explorando los Cuentos reunidos de Amparo Dávila. Ahora toca el turno al breve relato titulado “La carta”.



Lo primero que nos llama la atención de este relato es la forma en la que la autora maneja el lenguaje. Todo el cuento (una carta escrita por un personaje sin nombre, tan típico de Amparo Dávila y dirigida a otro personaje desconocido, sin mayores acotaciones de tiempo o de espacio que las finales) es en realidad un largo poema cuyo tema principal es el desamor, una especie de muerte. El lenguaje se encuentra, entonces, más que cualquiera de los cuentos de la autora que hayamos leído hasta ahora, cargado de imágenes poéticas. ¿Cuál de todas esas imágenes dirían que es su favorita? ¿les parece que este tipo de lenguaje es el adecuado para el cuento?

El segundo aspecto notable del cuento es el tema. Ya decíamos que es el del desamor. Pero también se encuentra presente la muerte (¿y qué es aquél sino una forma de ésta?). A lo largo de estas lecturas hemos visto que la muerte es un de los temas más recurrentes en la autora, principalmente manejada por medio de ciertos símbolos, en particular el mundo subacuático de albercas (como en “El patio cuadrado”), estanques (como en “Griselda”) y, en este caso, un río.

Pero de todos los cuentos que hemos leído anteriormente con el que más se encuentra éste emparentado es con “Garden party”. Quien escribe la misiva que da título al cuento es alguien que, como Rogelio, ha sufrido la pérdida del ser amado y, lejos de resignarse, se deja vencer por el dolor. Al igual que Rogelio, también, hallará el fin de su vida (aunque quizá no de su sufrimiento) en el fondo del agua.

¿Qué más les llamó a ustedes la atención de “La carta”?



Seguiremos adelante con los Cuentos reunidos de Amparo Dávila, nuestra próxima lectura será “Estocolmo 3”.

miércoles, 6 de abril de 2011

Óscar

“Óscar” de Amparo Dávila, el cuento que leeremos en esta ocasión, es una historia que podemos interpretar de distintas maneras.



La primera es, por supuesto, la lectura literal, en la que el personaje que da título al relato, al ser víctima de una grave, aunque no especificada, enfermedad, se vuelve tan dependiente de quienes lo rodean, que éstos terminan viviendo sus vidas tan sólo para él. El final del cuento es entonces el desenlace lógico para una serie de personajes sometidos a tal sufrimiento.

Otra interpretación podría ver en el cuento distintos elementos religiosos. Óscar, una especie de dios demoníaco, habita su propio infierno subterráneo (el sótano de la casa) desde donde, omnisciente, atestigua y, omnipotente, dirige la vida de los demás personajes. Al final deja caer su furia sobre la casa que ellos habitan, en forma de lluvia de fuego y los sobrevivientes, como en la historia de la destrucción de Sodoma y Gomorra, se alejan para siempre, sin volver la vista atrás.

El último punto de vista desde el que podemos ver este cuento es el de un estado totalitario en el que nada escapa al conocimiento del dictador y nada se hace sin su consentimiento. Todos los habitantes de la casa están sujetos a sus caprichos y a sus explosiones de furia. La generación más vieja, los padres, viven acostumbrados a este régimen y lo sostienen, pero, al desaparecer, el régimen es incapaz de sostenerse por sí solo y se autodestruye, mientras la nueva generación, los hijos, le vuelven la espalda.

Éstas son, a grandes rasgos, nuestras lecturas de este cuento, ¿cuáles son las suyas?

Si quieren leer otro cuento en el que lo ocurrido dentro de los confines de una casa sirve de alegoría a lo ocurrido en un mundo más amplio, les recomendamos “Casa tomada” de Julio Cortázar.



El próximo cuento que leeremos de Amparo Dávila en Lectores a Fondo será “La carta”. Sigan pendientes.

viernes, 1 de abril de 2011

El último verano

¿Somos culpables de no comprender a tiempo qué es lo que en verdad deseamos? Y si un deseo que nunca alcanzamos a formular se hace realidad a pesar de todo, ¿somos culpables de ello también? En “El último verano”, el cuento Amparo Dávila que ahora leemos, la autora parece querer decirnos que sí y que además debemos pagar las consecuencias.

Cuando la protagonista del cuento cree que está llegando a la menopausia, reniega de su edad y quisiera prolongar su juventud, representada en un retrato testigo de su lejana belleza. Por desgracia para ella, su deseo se cumple: un embarazo inesperado le recordará que aún no es tan vieja. Su nuevo estado le resulta agobiante y no pasa mucho tiempo antes de darse cuenta de que en realidad no quiere seguir siendo joven, volver a andar un camino que ya ha recorrido, sino continuar con la ruta de su vida tal como lo llevaba, sin nuevos sobresaltos.

Aunque el nuevo deseo nunca se pronuncia en voz alta, se cumple y, otra vez, para su desgracia. Lo que en un principio, pese a la crueldad del hecho, hubiera parecido un alivio a su situación, pronto se transforma en una angustia aún mayor que la del embarazo no buscado.

La culpa por lo ocurrido, a pesar de no haber participado de forma activa en ello, no la deja tranquila ni día ni noche e incluso se materializa de una forma repugnante. La culpa es literal y figurativamente corrosiva, rastrera y la persigue hasta que una noche, convencida de que se encuentra acorralada y será alcanzada por ella, debe expiarla y para ello elige el elemento purificador por excelencia: el fuego. El sacrificio en el que no participó sólo podrá ser pagado con otro sacrificio, esta vez en su propia persona.

Se adelantará hasta el final del camino que no pudo terminar de correr sin tropiezos como en algún momento lo deseó. Ése será el único deseo que no se cumpla.



La culpa es un tema que podemos encontrar en la literatura de otros autores mexicanos, por ejemplo, como el propio título lo sugiere, en cada uno de los relatos de Los culpables de Juan Villoro.



No olviden seguir compartiendo con nosotros sus lecturas de los Cuentos reunidos de Amparo Dávila. Próximamente leeremos “Óscar”.