Club del Libro

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jueves, 28 de julio de 2011

Educar a los topos: El tiempo y la vida

Hoy iniciamos la lectura de Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli, la décima de nuestras 18 novelas en 18 semanas.

 

Guillermo FadanelliGuillermo Fadanelli (México, 1963), impulsor del manifiesto de literatura basura de la revista La Pus Moderna y del Movimiento Cerebrista y fundador de la revista Moho y la editorial del mismo nombre, es el escritor más representativo de la escena underground de la literatura mexicana. Provocadora, sórdida y violenta, su obra incluye libros de relatos (Cuentos mejicanos, Terlenka: Doce relatos para después del apocalipsis, Compraré un rifle, Mariana Constrictor, entre otros) y novelas (La otra cara de Rock Hudson, ¿Te veré en el desayuno?, Lodo, Educar a los topos, Hotel DF y algunas más), además de crónicas, ensayos y aforismos.

 

Iniciemos la lectura de Educar a los topos.

 

¿Qué es el tiempo para un niño? Nada. ¿Cuál es su importancia? Ninguna. Al menos así lo considera Guillermo, el protagonista y narrador (¿y autor?) de Educar a los topos. Los regalos paternos, trece relojes que se han ido acumulando sin jamás ser usados, no lo impresionan. Esto no significa que no sienta apego por las cosas materiales, sino simplemente que los relojes le parecen artefactos inútiles, pues, ¿qué interés podría tener un niño de 11 años en medir el tiempo si los días son todos iguales, sin cambios drásticos entre uno y otro, y él es dueño de todas sus horas, aunque éstas pasen libremente?

El tiempo adquiere relevancia para Guillermo cuando toma conciencia de que en esas horas que pasan sin control está contenida su vida. Esto ocurre despues de que su padre decide, sin consultarlo con ningún miembro de la familia (particularmente con Guillermo, quien será el más afectado), inscribirlo en una escuela secundaria militarizada. A partir del primer momento en que Guillermo se presenta a dicha escuela, sus horas dejan de pertenecerle, o, para decirlo de otra forma, su vida deja de ser suya.

Las tardes, los sábados, las horas ociosas que antes ocupaba en jugar con sus amigos, ahora se llenarán de prácticas militares inútiles y ridículas, de violencia, de humillaciones. Sólo las noches quedarán como el único descanso de Guillermo, aunque siempre con la inquietud de saber lo que vendrá al día siguiente.

Este descubrimiento seguirá siendo importante en la vida de Guillermo muchos años después, ya que su padre y su madre hayan muerto, cuando entenderá que “el tiempo tiene peso, un peso que ningún humano podría soportar sobre su espalda sin antes haber acumulado una dosis suficiente de cinismo en la sangre.”

 

Esta semana seguiremos leyendo Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli, dentro del reto de 18 novelas en 18 semanas de Lectores a Fondo.

miércoles, 27 de julio de 2011

El complot mongol: Recomendaciones y nueva lectura

Para concluir la lectura de El complot mongol, de Rafael Bernal, como ha sido nuestra costumbre durante el reto de 18 novelas en 18 semanas, ofrecemos algunas recomendaciones literarias a todos aquellos que hayan disfrutado de esta obra.



Empezaremos, por supuesto, por recomendar la lectura de otras novelas de Rafael Bernal. Si bien El complot mongol es ampliamente considerada su mejor novela, no se pueden dejar de lado otros libros suyos de género policial como Un muerto en la tumba y Tres novelas policiacas, además de su inquitante acercamiento a la ciencia ficción, Su nombre era muerte y los cuentos de En diferentes mundos.

El policial es un género favorito de lectores y de autores y podemos citar una larga lista de grandes recomendaciones. Veamos primero algunas de autores mexicanos. Por supuesto tenemos que empezar por Paco Ignacio Taibo II y su serie del detective Belascoarán Shayne, iniciada con un clásico del género: Días de combate. En cambio, una serie que apenas empieza, pero que ya promete mucho, es la del Zurdo Mendieta, detective creado por Élmer Mendoza en las novelas Balas de plata y La prueba del ácido, en las que el fenómeno del narco tiene un lugar importante.

En diferentes mundos Todo Belascoarán Balas de plata

Entre otras novelas mexicanas de género policial, con diversos manejos, podemos mencionar El miedo a los animales, de Enrique Serna, irónica visión del panorama literario de nuestro país; Apostar el resto, de Antonio Malpica, llena de personajes pintorescos y con un ritmo trepidante; Trago amargo, de F.G. Haghenbeck, que tiene como escenario el rodaje en Puerto Vallarta de la película La noche de la iguana, de John Huston; la sorprendente La muerte me da, de Cristina Rivera Garza, en la que brutalidad y poesía se dan la mano; Belleza roja, de Bernardo Esquinca, una escalofriante mirada a los cánones estéticos de nuestra sociedad, y la espléndida Los minutos negros, de Martín Solares, una de las mejores novelas negras que se hayan escrito en nuestras letras.

También en español, pero del otro lado del océano, encontramos otra serie que empieza con gran expectativa, la de un detective gallego (y no es chiste): Leo Caldas, protagonista de Ojos de agua y La playa de los ahogados, de Domingo Villar.

Para terminar, y no hacer más larga la lista, no podemos pasar por alto el fenómeno de la novela policial nórdica, donde destacan de manera especial Åsa Larsson, con títulos como Aurora boreal y Sangre derramada y Henning Mankell, en particular con la serie del detective Wallander.

El miedo a los animales Belleza roja Sangre derramada

¿Se les ocurre alguna otra recomendación?



A partir de mañana iniciamos una nueva lectura en el reto de 18 novelas en 18 semanas: Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli.

Educar a los topos

martes, 26 de julio de 2011

El complot mongol: Crítica de su tiempo

Nos acercamos al final de la lectura de El complot mongol, de Rafael Bernal, novena de nuestras 18 novelas en 18 semanas.

 

Una de las características principales de la novela negra es la de tener como protagonista a un hombre que, por su trabajo, se involucra con lo más alto de las esferas de poder y, al mismo tiempo, con lo más oscuro de los bajos fondos (ámbitos que por lo general suelen coincidir), y a través del cual el autor puede dirigir una mirada crítica a la sociedad de su momento.

En ese sentido, El complot mongol no es ninguna excepción. Filiberto García trabaja de forma directa para el régimen en el poder: los herederos de los revolucionarios a quienes su infaltable título de “licenciados” les sirve para torcer la ley a su antojo con el fin de conseguir cualquier objetivo que se hayan propuesto. El Comandante y Del Valle son el epítome de esta clase política y Filiberto, a pesar de criticar a cada momento esta práctica, no se queda atrás y cuando toca su torno de buscar sacar provecho del problema que le plantea Martita, lo primero que se le ocurre es invocar a la ley.

El complot mongol
Detalle del cómic El complot mongol, guión de Luis Humberto Crosthwaite, ilustraciones de Ricardo Peláez Goicoetxea, publicado por Grupo Editorial Vid.

García es visto con desprecio por todos esos “licenciados” pues les recuerda el pasado del que proviene su poder, un pasado de brutalidad y barbarie que supuestamente ha quedado atrás, pero es precisamente la presencia de Filiberto la prueba de que nada ha cambiado y de que la ley sigue siendo sólo una serie de bonitas palabras sobre papel que en la vida real no tienene ninguna aplicación.

Y así como la ley es en México sólo un pretexto para los discursos de los políticos, lo son también las ideologías. Filiberto se burla de ellas, principalemnete en las figuras de Graves y Laski, los espías con quienes se ha involucrado en la investigación del complot. Ambos, estadounidense y ruso, símbolos de los dos polos del poder mundial, utilizan métodos similares en la consecución de metas parecidas y sin embargo siempre intentan denostarse uno al otro y al réginem al que representan.

Filiberto, a pesar de todos sus defectos, parece ser el único personaje que tiene conciencia y que puede critica lo que ocurre a su alrededor.

 

Mañana concluiremos la lectura de El complot mongol, de Rafael Bernal, con algunas recomendaciones literarias y con el anuncio de la nueva lectura del reto de 18 novelas en 18 semanas.

viernes, 22 de julio de 2011

El complot mongol: Desprecio del asesino

Seguimos adelante con la lectura del noveno libro del reto de 18 novelas en 18 semanas: El complot mongol, de Rafael Bernal.



Filiberto García, el fabricante de muertos en serie protagonista de El complot mongol, tiene siempre un “pinche” en la boca. Esta palabra que los mexicanos utilizamos para mostrar nuestro menosprecio (o franco desprecio) por algo, se repite una y otra vez en su narración y se aplica a todo cuanto le rodea: los chinos, Martita, el complot en el que se haya involucrado, el Comandante, el señor Del Valle y un largo etcétera.

El complot mongol
Detalle del cómic El complot mongol, guión de Luis Humberto Crosthwaite, ilustraciones de Ricardo Peláez Goicoetxea, publicado por Grupo Editorial Vid.

Ese desprecio es comparable con el que los demás sienten por él. Quienes no lo conocen sienten repulsión por su inconfundible presencia de pistolero, de hombre peligroso. Y quienes sí lo conocen lo desdeñan más aun.

García es una reliquia del pasado que la clase gobernante quisiera olvidar (aunque no descartarla del todo) y se tiene que enfrentar al desdén de aquéllos para quienes trabaja, a los que llama, en general, “los licenciados”: la nueva clase política, los cachorros de la Revolución, universitarios que para todo invocan a la Ley, principalmente para violarla, y que sobajan a Filiberto por su condición de asesino a sueldo, aunque no por ello dejan de requerir de sus servicios para que sea él, ese hombre despreciable, quien se encargue del trabajo sucio que no podrían realizar con sus propias manos de uñas manicuradas.

Y si eso fuera poco, Filiberto, a pesar de lo que pudiera parecer, no se tiene en gran estima: el desdén de que hablábamos al principio lo aplica también a su propia vida, a su pasado, a sus muertos. García siente tanto desprecio por los demás como por sí mismo.

Así, ¿como podría Filiberto García, que se encuentra aislado del mundo por un hondo desprecio mutuo, dedicarse a otra cosa que no fuera matar?



Sigan pendientes de Lectores a Fondo, donde esta semana continuaremos leyendo El complot mongol, de Rafael Bernal.

jueves, 21 de julio de 2011

El complot mongol: Muertos en serie

Como cada jueves, iniciamos una nueva lectura como parte de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas. En esta ocasión se trata de una intensa y divertida novela negra situada en la Ciudad de México de los años de la Guerra Fría: El complot mongol, de Rafael Bernal.



Rafael BernalViajero, diplomático y escritor, Rafael Bernal (México, 1915 - Berna, 1972) incursionó en la dramaturgia, la poesía, la narrativa, la traducción y el periodismo. Sin embargo, lo más reconocido de su carrera en las letras fueron sus novelas policiales, entre las que destaca particularmente El complot mongol. Considerada la primera novela negra mexicana, fue llevada al cine en 1978 por el director Antonio Eceiza y en 2000 se adaptó a formato de cómic en un proyecto que, desgraciadamente, quedó inconcluso.



El complot mongol se nos cuenta siempre desde el punto de vista del protagonista, Filiberto García, aunque no se narre siempre en primera persona, como sí éste tomara distancia de sí mismo para poder apreciar lo que ocurre a su alrededor. Filiberto García es, en pocas palabras, un matón. Un asesino al servicio del régimen que se encarga del trabajo sucio, ése que no se puede presumir en las primeras planas de los diarios, aunque a veces las ocupe. Él se define como un “fabricante de muertos”. Es el único oficio que conoce y, además de que le provee de buen salario, no consume mucho tiempo.

La muerte rodea a Filiberto. Desde las primeras líneas de la novela lo podemos ver como un personaje solitario, callado, inexpresivo. Vive dentro de un departamento muerto, que parece más un cuarto de hotel que el lugar que una persona pudiera llamar hogar. Salvo sus ojos verdes, él mismo parece muerto, callado, inexpresivo siempre.

El complot mongol
Detalle del cómic El complot mongol, guión de Luis Humberto Crosthwaite, ilustraciones de Ricardo Peláez Goicoetxea, publicado por Grupo Editorial Vid.

Y sus muertos. Porque todos a quienes él ha matado son suyos. En primer lugar porque nadie más los reconocerá: sus jefes negarán en todo momento que le hayan pedido que los matara, pues siempre se amparan en la ley, la cual tuercen a su gusto. Y también son suyos porque se quedan en su memoria. O quizá sea al revés. Quizá los muertos lo poseen a él y lo acosan, no lo sueltan, se resisten a dejarlo en paz como se resisten a soltar el puñal que tienen clavado en el pecho, los zapatos que parecen aferrar con los dedos de los pies. Todos los muertos son así. Todos son iguales.

Pero no tan iguales, después de todo. Hay distintas categorías entre ellos. Los de Filiberto son muertos de segunda, a los que ni siquiera se les puede llamar cadáveres; “cadáver el de Juárez”, aclara él. Los suyos son muertos a los que nadie extrañará, pero que en algún momento alguien ha decidido que estorban y él se tiene que encargar de ellos. Para eso está. Para eso es un fabricante de muertos en serie.

¿Qué otras impresiones iniciales les da este fabricante de muertos?



Esta semana seguiremos leyendo El complot mongol, de Rafael Bernal, en el reto de 18 novelas en 18 semanas de Lectores a Fondo.

miércoles, 20 de julio de 2011

Los relámpagos de agosto: Recomendaciones y nueva lectura

Para concluir la lectura de Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia, octava de nuestra lista de 18 novelas en 18 semanas, tenemos algunas recomendaciones literarias.



Empezaremos por recomendar algunos libros más de Jorge Ibagüengoitia, en los que el humor sirve para ver desde un punto de vista la historia de México: Los pasos de López, sobre un prócer de la lucha independentista y El atentado, obra de teatro en tono de farsa cuya trama, centrada en el asesinato de Álvaro Obregón por un fanático religioso, en cierta forma precede a Los relámpagos de agosto. Además, hablando de magnífico humor, son imperdibles los cuentos de La ley de Herodes.

También recomendamos textos de otros autores mexicanos en los que se toma una perspectiva distinta para ver a la historia nacional gracias al humor y la ironía. Rosa Beltrán nos muestra desde muy diversos puntos de vista la figura de Agustín de Iturbide y el primer imperio mexicano en La corte de los ilusos. En El seductor de la patria, Enrique Serna nos presenta su versión cínica de Antonio López de Santa Anna y sus avatares (y los de México) durante buena parte del siglo XIX. Ignacio Padilla observa con ironía la conmemoración de las fechas históricas en el cuento “Los anacrónicos”. En Decencia, Álvaro Enrigue, de quien ya leímos La muerte de un instalador, hace un largo recorrido desde la Revolución Mexicana hasta nuestros días, buscando responderse cómo es que hemos llegado hasta donde estamos.

Los pasos de López Los anacrónicos y otros cuentos

Autores de otros países también han revisado la historia a través del humor. En Tres ataúdes blancos, una obra que hemos leído con anterioridad en Lectores a Fondo, Antonio Ungar describe con humor casi grotesco la historia reciente de un país ficticio muy parecido a Colombia (y a otras naciones latinoamericanas). Luis Sepúlveda, por su parte, mira hacia atrás entre conmovedor y divertido para entender las revoluciones latinoamericanas de los años 70 en La sombra de lo que fuimos. Finalmente, Reinaldo Arenas reescribe en El mundo alucinante las Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, divertidas en sí mismas, como una forma de comprender la intolerancia y la persecución de los otros en las sociedades actuales.

Para terminar, no olviden acercarse a la obra de autores como Juan José Arreola (La feria, Bestiario, Confabulario) y Augusto Monterroso (La oveja negra y demás fábulas), poseedores de un fino sentido del humor.

El mundo alucinante La oveja negra y demás fábulas

A partir de mañana iniciamos la novena lectura del reto de 18 novelas en 18 semanas. En esta ocasión la lectura será negra: El complot mongol, de Rafael Bernal.

El  complot mongol

martes, 19 de julio de 2011

Los relámpagos de agosto: Traiciones textuales

Seguimos con la lectura de Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia, la octava de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas.



La historia que nos cuenta Ibagüengoitia en Los relámpagos de agosto es la de una serie interminable de traiciones ocurridas entre los miembros de la clase política y militar del México de los primeros años posteriores a la Revolución.

Las traiciones presentes en el texto son de distintos tipos. La más evidente se da entre los personajes de la novela, antiguos amigos y compañeros de armas que movidos por sus intereses políticos o, incluso, por sus propias filias y fobias personales, en determinado momento deciden traicionar a los demás si con ello obtienen algún provecho, aunque sólo sea el de saciar algún viejo rencor. Ya desde el prólogo, el general José Guadalupe Arroyo, narrador de la historia, nos previene de las (supuestas, debemos aclarar) mentiras que de él han dicho algunos de sus antiguos correligionarios, el Gordo Artajo, Germán Trenza y Vidal Sánchez. Y a lo largo de la novela seremos testigos de más traiciones de unos a otros.

Los relámpagos de agosto

Otra traición, acaso mayor, es la que todos estos revolucionarios perpetran en contra de los principios que en un momento (ahora lejano) animaba la lucha que llevaron a cabo, para buscar solamente el poder para obtener de él benificios personales, sin ninguna intención de que su ejericio lleve beneficios a alguien más. Baste recordar que en algún momento Vidal Sánchez, quien, como los demás, pretende saber lo que más conviene al país, discute con Arroyo sobre la inutilidad de las elecciones limpias.

Finalmente podemos hallar a lo largo de la novela una serie de traiciones, textuales, por así llamarlas, que forman parte del estilo con que Ibagüengoitia logra conformar la figura cómica del narrador. A cada momento Arroyo, dirigiéndose a los lectores, nos previene sobre algo que no va a decir, pero termina diciéndolo o, al contrario, utiliza eufemismos para no decir de forma directa las palabras (o palabrotas) que de cualquier manera ya se encuentran en la mente del lector.

El único que no nos traiciona en esta novela es el autor, quien sin duda consigue lo que se propone, al entregarnos un libro memorable.

Mañana concluiremos Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia, con las acostumbradas recomendaciones literarias y el anuncio de la nueva lectura.

jueves, 14 de julio de 2011

Los relámpagos de agosto: el humor de la historia

Hoy iniciamos la octava lectura del reto de 18 novelas en 18 semanas. En esta ocasión nos encontramos con un texto sin par en nuestras letras, una visión hilarante de la historia de México: Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia.

Jorge Ibargüengoitia

Dramaturgo, narrador, ensayista, traductor y periodista, Jorge Ibagüengoitia (Guanajuato, 1928 - Madrid, 1983) inició su carrera como escritor a mediados de la decáda de 1950, pero es en 1963 y 1964 cuando empieza a recibir reconocimiento al obtener, en años consecutivos, el Premio Casa de las Américas para teatro y novela por El atentado y Los relámpagos de agosto, respectivamente. Poseedor de un sentido del humor que va de lo sutil a lo desternillante, Ibagüengoitia es un referente para la literatura mexicana. Además de las obras mencionadas, pueden contarse entre los títulos de su autoría el celebrado La ley de Herodes y otros cuentos y las novelas Maten al león, Las muertas y Los pasos de López, esta última, otra revisión de la historia de México hecha con gran sentido del humor.



En Los relámpagos de agosto asistimos a las memorias de un ficticio general revolucionario, José Guadalupe Arroyo, sobre hechos ocurridos durante 1928 y 1929 (en tiempos de la guerra cristera), tal como éste se las relata a Ibagüengoitia, quien logra crear un personaje por el que se puede sentir empatía pese a lo ridículo que es.

El autor parodia las biografías y autobiografías de los militares de la Revolución utilizando el estilo, ridiculizado, de hablar de los revolucionarios venidos a políticos: ninguno de ellos puede abrir la boca sin que parezca que está a punto de dar un discurso frente a una gran audiencia y el protagonista y narrador de la historia, Guadalupe Arroyo, que critica esta tendencia en el resto de los personajes, cae en la misma afectación al referir sus hazañas.

Este último es otro de los recursos de los que se vale Ibagüengoitia para dotar de gran humor a su novela: Arroyo, está siempre listo para encontrar innumerables defectos en todos cuantos le rodean, enemigos o amigos (es decir, futuros enemigos), pero nunca para considerar los propios, pues a sí mismo sólo se ve como un manojo de virtudes, un héroe sin parangón, pese a que la narración nos vaya mostrando todo lo contrario, que él es tan inepto como sus compañeros de lucha.

Los relámpagos de agosto

Pero quizá el recurso más valioso para el humor de la novela lo otorgue su propio tema: el autor retoma personajes y hechos más o menos conocidos de la historia, los parodia y los mezcla con hechos ficticios que parecen más autenticos que la realidad. Así, mientras la historia oficial del país nos habla de héroes sin tacha, valientes próceres siempre dispuestos a dar sus vidas desinteresadamente en favor de la Patria (discurso que maneja el proipio Arroyo a cada momento), los personajes de Ibagüengoitia se nos presentan como hombrecillos tontos, desconocedores de las artimañas de la política o incluso de las mínimas estrategias militares (no obstante ser la mayoría generales condecorados) y siempre ávidos de satisfacer sus mezquinos intereses. Leyendo la novela, pensando en las semejanzas entre realidad y ficción, debemos reír para no llorar.

¿Qué otros recursos humorísticos encuentran en la novela?



Durante toda la semana continuaremos leyendo Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia, en el reto de 18 novelas en 18 semanas.

miércoles, 13 de julio de 2011

Las batallas en el desierto: Recomendaciones y nueva lectura

Para concluir la lectura de Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, añadimos algunos libros a la lista de recomendaciones literarias del reto de 18 novelas en 18 semanas.



Las primeras recomendaciones serán algunas lecturas más de José Emilio Pacheco, empezando por los relatos reunidos en El principio del placer. En el relato que da título al libro, al igual que en Las batallas en el desierto, un adolescente abre por primera vez los ojos al amor y a la corrupción del mundo que lo rodea. En los cuentos de El viento distante el autor continúa esta exploración de los recuerdos, a veces fantásticos, a veces terribles, de la infancia. Por último les recomendamos, para acercarse a la poesía de José Emilio Pacheco, sin abandonar por completo la prosa, los bellos textos de La edad de las tinieblas.

El principio del placer La edad de las tinieblas

Otras novelas donde un adolescente se enamora de una mujer mayor, con distintos tonos y resultados, son El lector, de Bernhard Schlink, situada en la Alemania de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, relato con tintes autobiográficos situado en la Lima de los cincuenta.

El lector La tía Julia y el escribidor

Para terminar, otros amores difíciles en novelas breves, si no necesariamente del tipo descrito con anterioridad, sí muy recomendables de leer: Tokio Blues, de Haruki Murakami, y Seda, de Alessandro Baricco.

Tokio Blues Seda

¿Qué otras lecturas nos recomiendan para quienes hayan disfrutado Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco?



A partir de mañana, iniciamos una nueva lectura en el reto de 18 novelas en 18 semanas: Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia.

Los relámpagos de agosto

jueves, 7 de julio de 2011

Las batallas en el desierto: La música de la memoria

Para la séptima lectura de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas, tenemos un libro favorito de muchos: Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco.



Poeta, narrador, traductor, editor, José Emilio Pacheco (México, 1939) destacó desde muy joven entre los autores de su generación. Gran parte de su reconocida obra poética, en la que destacan los títulos Los elementos de la noche (1963), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Irás y no volverás (1973) y Desde entonces (1980), se halla reunida en el volumen Tarde o temprano. Entre su narrativa ocupan un lugar importante Morirás lejos (1967), El principio del placer (1972) yLas batallas en el desierto (1981), libro que leeremos esta semana en Lectores a Fondo.

José Emilio Pacheco

Las batallas en el desierto se nos presenta como un ejercicio de memoria y olvido. El texto inicia: “Me acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél?” y a partir de ese momento Carlos, el narrador y personaje principal, rememora lo ocurrido durante los meses de su infancia, en la segunda mitad de la década de los cuarenta, en que se enamoró por primera vez. Para ayudarse a hacerlo, recrea en sus recuerdos la ciudad en la que vivió, el México que tan distinto y tan parecido era en ese momento.

Para lograr esta recreación, se empeña en recordar qué películas veía y en qué cines; qué historietas leía; qué escuchaba en la radio: narraciones deportivas, programas de variedades, radionovelas, anuncios comerciales, canciones... Sobre todo una canción: “Obsesión”, del puertorriqueño Pedro Flores.

El recuerdo de esta canción resulta muy importante a lo largo de la trama. Primero le sirve al narrador para fijar el tiempo en su memoria:

Volvía a sonar en todas partes un antiguo bolero puertorriqueño: Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti.

Después, una vez que Carlos ha conocido a Mariana, la madre de Jim, su mejor amigo de la escuela, y que se ha sentido irremediablemente enamorado de ella, se da cuenta de que la música se convierte para él en algo distinto a lo que había sido siempre, es algo con lo que puede relacionar su propia experiencia, es una forma en la que otros pueden expresar lo que él mismo siente:

Hasta ese momento la música había sido nada más el Himno Nacional, los cánticos de mayo en la iglesia, Cri Cri, sus canciones infantiles [...]. Al escuchar el otro bolero que nada tenía que ver con el de Ravel, me llamó la atención la letra. Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo.

Aunque el narrador nunca mencione el título de la canción (a pesar de ser el mismo del capítulo VI de la novela), como si no lo recordara, la letra da vueltas y vueltas en su mente y en la novela, al titular el capítulo V y las sigue dando en la mente del lector, quien, al terminar de leer la novela se sorprende a sí mismo cantando: “no habrá una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti.”



Esperamos que nos sigan acompañando durante esta semana, la séptima del reto de 18 novelas, con la lectura de Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco.

miércoles, 6 de julio de 2011

La muerte de un instalador: Recomendaciones y nueva lectura

Hemos llegado al final de la lectura de La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue, la sexta de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas y es tiempo de algunas recomendaciones para quienes hayan disfrutado de este libro.



Las primeras recomendaciones serán libros del propio Álvaro Enrigue: los cuentos reunidos en Hipotermia son una buena forma de continuar conociendo la obra de este original autor. En cuanto a otras de sus novelas, la lectura de Vidas perpendiculares y de Decencia (ésta última, en cierta forma, emparentada con La muerte de un instalador) no defraudará a nadie.

Vidas perpendiculares Decencia

La muerte de un instalador comparte algunos puntos con una novela corta del escritor modernista Efrén Rebolledo: Salamandra. En ésta, un poeta se enamora de una femme fatale que, sin él saberlo, decide convertirlo en su propia obra de arte, en la que la degradación y la muerte juegan un importante papel.

Respecto a la relación entre un hombre poderoso y un artista a su servicio, es imprescindible la lectura de la primera y espléndida novela de Yuri Herrera, Trabajos del reino, sobre un compositor de corridos y su relación con un capo del narcotráfico.

Otra novela corta que, como La muerte de un instalador, nos muestra un punto de vista irónico sobre el arte contemporáneo es Temporada de caza para el león negro, de Tryno Maldonado. Y sobre la destrucción y el caos como parte del proceso de creación en la sociedad contemporánea no se pueden perder Fight Club, de Chuck Palahniuk.

Trabajos del reino Temporada de caza para el león negro

Finalmente, para referirnos a libros en los que hombres todopoderosos afectan a su antojo las vidas de otros, y en las que se intercalan distintos puntos de vista, no podemos olvidar dos verdaderos clásicos de la literatura: Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y La Fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa.

Pedro Páramo l

Esperamos que disfruten estas lecturas y que nos recomienden otras.



A partir de mañana continuamos el reto de 18 novelas en 18 semanas con un nuevo libro (el cual seguramente ya todos han leído, pero que sin duda querrán volver a leer): Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco.

Las batallas en el desierto

martes, 5 de julio de 2011

La muerte de un instalador: la estética de la crueldad

Seguimos adelante con La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue, la sexta lectura de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas.



El arte (la pintura y las instalaciones en particular) juega un papel muy importante en esta novela. Si en anteriores libros del reto habíamos visto que se hacía referencia a otros textos literarios, en éste las referencias que se hacen son a obras plásticas y sus autores. Ahora haremos una pequeña revisión de algunos de ellos.

Roxy'sEl primer artista a quien se hace refeencia es Edward Kienholz y su instalación Roxy's, cuyo concepto Sebastián Vaca copió para su obra, La casa de mi abuela, instalación involuntaria, que, pese a ser su mejor obra, según Aristóteles, adolece de muchos defectos. En Roxy's se representa un burdel habitado por figuras grotescas, lo que nos sirve de premonición a lo que ocurrirá en la historia.

Desnudo bajando una escaleraUna vez que Brumell ha decidido hacer de Sebastián su siguiente presa, lo invita a su casa y éste, pese a aparentar desprecio por la pintura, queda estupefacto al encontrarse de frente con el Desnudo bajando una escalera, de Marcel Duchamp (de quien Vaca dice admirar sobre todo los ready-mades, obras de arte realizadas con objetos de uso cotidiano), con lo que inician los deslumbramientos que lo pondrán a merced de aquél.

Durante esa misma cena, Aristóteles y un amigo crítico de arte hacen una revisión del portafolio de Vaca. Durante ella se encuentran algunas influencias (robos) de otros artistas como Herman Braun-Vega, Salvador Dalí, Rudolf Stingel y Jeff Koons y Damien Hirst, éstos últimos inspiradores de una extraña obra que incluye un corazón de cerdo y que refuerza la idea de cacería/carnicería que distingue a la relación entre el coleccionista y el instalador.

Damien Hirst: This little piggy went to market, this little piggy stayed at home

También sabemos que en una pared de la recámara de Aristóteles cuelga una píntura de Robert Motherwell y que posee diversas obras de Francis Bacon, que en algún momento teme que Vaca robe, aprovechando su ausencia.

Robert Motherwell: Chambre d'Amour Francis Bacon: Head VI

Todas estas referencias introducen al lector en la estética del mundo en el que viven estos personajes, que sienten, en proporciones equivalentes, pasión y desprecio por el arte y por quienes lo realizan y en la estética de la obra que Brumell planea ejecutar.



Mañana concluiremos La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue, con las recomendaciones literarias para quienes hayan disfrutado esta magnífica novela y anunciaremos nuestra próxima lectura.