Seguimos adelante con La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue, la sexta lectura de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas.
El arte (la pintura y las instalaciones en particular) juega un papel muy importante en esta novela. Si en anteriores libros del reto habíamos visto que se hacía referencia a otros textos literarios, en éste las referencias que se hacen son a obras plásticas y sus autores. Ahora haremos una pequeña revisión de algunos de ellos.
El primer artista a quien se hace refeencia es Edward Kienholz y su instalación Roxy's, cuyo concepto Sebastián Vaca copió para su obra, La casa de mi abuela, instalación involuntaria, que, pese a ser su mejor obra, según Aristóteles, adolece de muchos defectos. En Roxy's se representa un burdel habitado por figuras grotescas, lo que nos sirve de premonición a lo que ocurrirá en la historia.
Una vez que Brumell ha decidido hacer de Sebastián su siguiente presa, lo invita a su casa y éste, pese a aparentar desprecio por la pintura, queda estupefacto al encontrarse de frente con el Desnudo bajando una escalera, de Marcel Duchamp (de quien Vaca dice admirar sobre todo los ready-mades, obras de arte realizadas con objetos de uso cotidiano), con lo que inician los deslumbramientos que lo pondrán a merced de aquél.
Durante esa misma cena, Aristóteles y un amigo crítico de arte hacen una revisión del portafolio de Vaca. Durante ella se encuentran algunas influencias (robos) de otros artistas como Herman Braun-Vega, Salvador Dalí, Rudolf Stingel y Jeff Koons y Damien Hirst, éstos últimos inspiradores de una extraña obra que incluye un corazón de cerdo y que refuerza la idea de cacería/carnicería que distingue a la relación entre el coleccionista y el instalador.
También sabemos que en una pared de la recámara de Aristóteles cuelga una píntura de Robert Motherwell y que posee diversas obras de Francis Bacon, que en algún momento teme que Vaca robe, aprovechando su ausencia.
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Todas estas referencias introducen al lector en la estética del mundo en el que viven estos personajes, que sienten, en proporciones equivalentes, pasión y desprecio por el arte y por quienes lo realizan y en la estética de la obra que Brumell planea ejecutar.
Mañana concluiremos La muerte de un instalador, de Álvaro Enrigue, con las recomendaciones literarias para quienes hayan disfrutado esta magnífica novela y anunciaremos nuestra próxima lectura.
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