Club del Libro

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martes, 19 de julio de 2011

Los relámpagos de agosto: Traiciones textuales

Seguimos con la lectura de Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia, la octava de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas.



La historia que nos cuenta Ibagüengoitia en Los relámpagos de agosto es la de una serie interminable de traiciones ocurridas entre los miembros de la clase política y militar del México de los primeros años posteriores a la Revolución.

Las traiciones presentes en el texto son de distintos tipos. La más evidente se da entre los personajes de la novela, antiguos amigos y compañeros de armas que movidos por sus intereses políticos o, incluso, por sus propias filias y fobias personales, en determinado momento deciden traicionar a los demás si con ello obtienen algún provecho, aunque sólo sea el de saciar algún viejo rencor. Ya desde el prólogo, el general José Guadalupe Arroyo, narrador de la historia, nos previene de las (supuestas, debemos aclarar) mentiras que de él han dicho algunos de sus antiguos correligionarios, el Gordo Artajo, Germán Trenza y Vidal Sánchez. Y a lo largo de la novela seremos testigos de más traiciones de unos a otros.

Los relámpagos de agosto

Otra traición, acaso mayor, es la que todos estos revolucionarios perpetran en contra de los principios que en un momento (ahora lejano) animaba la lucha que llevaron a cabo, para buscar solamente el poder para obtener de él benificios personales, sin ninguna intención de que su ejericio lleve beneficios a alguien más. Baste recordar que en algún momento Vidal Sánchez, quien, como los demás, pretende saber lo que más conviene al país, discute con Arroyo sobre la inutilidad de las elecciones limpias.

Finalmente podemos hallar a lo largo de la novela una serie de traiciones, textuales, por así llamarlas, que forman parte del estilo con que Ibagüengoitia logra conformar la figura cómica del narrador. A cada momento Arroyo, dirigiéndose a los lectores, nos previene sobre algo que no va a decir, pero termina diciéndolo o, al contrario, utiliza eufemismos para no decir de forma directa las palabras (o palabrotas) que de cualquier manera ya se encuentran en la mente del lector.

El único que no nos traiciona en esta novela es el autor, quien sin duda consigue lo que se propone, al entregarnos un libro memorable.

Mañana concluiremos Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibagüengoitia, con las acostumbradas recomendaciones literarias y el anuncio de la nueva lectura.

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