Club del Libro

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jueves, 21 de julio de 2011

El complot mongol: Muertos en serie

Como cada jueves, iniciamos una nueva lectura como parte de nuestro reto de 18 novelas en 18 semanas. En esta ocasión se trata de una intensa y divertida novela negra situada en la Ciudad de México de los años de la Guerra Fría: El complot mongol, de Rafael Bernal.



Rafael BernalViajero, diplomático y escritor, Rafael Bernal (México, 1915 - Berna, 1972) incursionó en la dramaturgia, la poesía, la narrativa, la traducción y el periodismo. Sin embargo, lo más reconocido de su carrera en las letras fueron sus novelas policiales, entre las que destaca particularmente El complot mongol. Considerada la primera novela negra mexicana, fue llevada al cine en 1978 por el director Antonio Eceiza y en 2000 se adaptó a formato de cómic en un proyecto que, desgraciadamente, quedó inconcluso.



El complot mongol se nos cuenta siempre desde el punto de vista del protagonista, Filiberto García, aunque no se narre siempre en primera persona, como sí éste tomara distancia de sí mismo para poder apreciar lo que ocurre a su alrededor. Filiberto García es, en pocas palabras, un matón. Un asesino al servicio del régimen que se encarga del trabajo sucio, ése que no se puede presumir en las primeras planas de los diarios, aunque a veces las ocupe. Él se define como un “fabricante de muertos”. Es el único oficio que conoce y, además de que le provee de buen salario, no consume mucho tiempo.

La muerte rodea a Filiberto. Desde las primeras líneas de la novela lo podemos ver como un personaje solitario, callado, inexpresivo. Vive dentro de un departamento muerto, que parece más un cuarto de hotel que el lugar que una persona pudiera llamar hogar. Salvo sus ojos verdes, él mismo parece muerto, callado, inexpresivo siempre.

El complot mongol
Detalle del cómic El complot mongol, guión de Luis Humberto Crosthwaite, ilustraciones de Ricardo Peláez Goicoetxea, publicado por Grupo Editorial Vid.

Y sus muertos. Porque todos a quienes él ha matado son suyos. En primer lugar porque nadie más los reconocerá: sus jefes negarán en todo momento que le hayan pedido que los matara, pues siempre se amparan en la ley, la cual tuercen a su gusto. Y también son suyos porque se quedan en su memoria. O quizá sea al revés. Quizá los muertos lo poseen a él y lo acosan, no lo sueltan, se resisten a dejarlo en paz como se resisten a soltar el puñal que tienen clavado en el pecho, los zapatos que parecen aferrar con los dedos de los pies. Todos los muertos son así. Todos son iguales.

Pero no tan iguales, después de todo. Hay distintas categorías entre ellos. Los de Filiberto son muertos de segunda, a los que ni siquiera se les puede llamar cadáveres; “cadáver el de Juárez”, aclara él. Los suyos son muertos a los que nadie extrañará, pero que en algún momento alguien ha decidido que estorban y él se tiene que encargar de ellos. Para eso está. Para eso es un fabricante de muertos en serie.

¿Qué otras impresiones iniciales les da este fabricante de muertos?



Esta semana seguiremos leyendo El complot mongol, de Rafael Bernal, en el reto de 18 novelas en 18 semanas de Lectores a Fondo.

1 comentario:

  1. Esta novela me encanta. Aun la estoy leyendo pero me tiene fascinado. Me gusta la relación entre Filiberto García y Martita, entre paternal y erótica.

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