Club del Libro

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lunes, 9 de mayo de 2011

Tres ataúdes blancos - Capítulo 4

Sigamos leyendo Tres ataúdes blancos, la novela de Antonio Ungar. En esta ocasión nos referiremos al capítulo 4.

Al iniciar el capítulo, José Cantoná, el protagonista, nos relata una pesadilla en la que se ve encerrado mientras atestigua el asesinato de su amada Ada Neira. El sueño será una premonición de lo que depara la historia, pero no le servirá al personaje, pues él lo olvida de inmediato, sino al lector, en el que crea una impresión inmediata por recurrir a una imagen fácil de relacionar con un motivo de la novela: el edificio que sirve de prisión a Cantoná en su sueño parece un ataúd blanco, como los del título, como aquel en el que se encontraba Pedro Akira cuando Cantoná inició el proceso de sustitución. Por primera vez en el texto, el autor nos otorga más información que la que tiene el propio narrador.

Por otro lado, un personaje que sigue resultando intrigante es Jorge Parra, el asesor de Pedro Akira. Su encuentro con Cantoná, que en cierta forma recrea con gran humor negro el momento en el que el candidato fue asesinado, y la distinta forma que ambos tienen de recordar sus días de infancia, nos dejan claro que la percepción que cada tiene de los mismos eventos puede ser muy distinta. Hasta qué punto esta diferencia de opiniones será importante en el desenvolvimiento de la trama es algo que aún estamos por ver.

Respecto a la descripción de la Semana Santa en Miranda, ocurre algo similar a lo que apuntábamos respecto al sueño de Cantoná: el autor nos permite tener información que, aunque nos es dada por el narrador, para él carece de importancia, pero a nosotros nos advierte sobre lo que puede ocurrir. Así, al hablar el protagonista sobre la forma en que los medios y los políticos se comportan durante el periodo vacacional, él no sospecha que nada malo pueda ocurrir, pero nosotros lo intuímos de inmediato, especialmente al atestiguar la forma de actuar de Cantoná: sabemos que cuando vuelva de sus días de descanso en la Ciudad Amurallada (cuyos espacios físico y social, por cierto, guardan una gran semejanza con los de Cartagena de Indias), algo terrible habrá sucedido.

Vale la pena, por último, hacer hincapié una vez más en el gran manejo de la prosa que tiene Antonio Ungar: su forma de viajar del humor a la brutalidad y de regreso es espléndida.



Los invitamos a que sigan compartiendo con nosotros sus experiencias con la lectura de Tres ataúdes blancos y a que nos acompañen en los próximos días para leer el capítulo 5.

3 comentarios:

  1. Juan Sebastián Hernándezmayo 11, 2011

    Creo que la novela se está poniendo repetitiva en algunos momentos, por ejemplo en las constantes reuniones de los lideres del partido y en las visitas del personaje principal a su padre. Pero afortunadamente en este capitulo ya parece que van a pasar cosas distintas con el asesinato del doctor.

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