Club del Libro

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lunes, 23 de mayo de 2011

Tres ataúdes blancos - Capítulos 10 y 11

Estamos a punto de terminar la lectura de Tres ataúdes blancos de Antonio Ungar. Esta vez, los capítulos 10 y 11.



Aún cerca del final, el narrador tiene cosas nuevas que contarnos sobre Miranda. La historia puede tener final, pero la brutalidad no, y eso queda claro cuando nos habla de los “corrales” o “carnicerías”. También el paisaje de la república ficticia sigue cambiando: hemos pasado desde que inició la historia por la moderna capital, por las hermosas playas de la colonial Ciudad Amurallada, por el paraíso tropical que sirvió de refugio a Cantoná y a Ada Neira. Y ahora, como quien se dirige al infierno, pasamos por una sabana africana en Latinoamérica.

Pero el infierno resulta ser la lujosa propiedad de alguien (¿el Diablo?) que pretende castigar a Cantoná por revelar secretos que no debían contarse, quizá porque no eran en absoluto secretos para nadie. Hasta este lugar ha sido arrastrado por hombres uniformados que, finalmente, lo dejan en el único lugar en el que deseaba estar: junto a su amada.



De ahí Cantoná y Ada saldrán nuevamente contra su voluntad, nuevamente con rumbo desconocido, pero esta vez, al menos, juntos.

Pero no por mucho tiempo. Cuando termine el breve capítulo, como nos ha acostumbrado Ungar, la situación cambia completamente para volver a lo que era antes. Pero en unas cuantas líneas cabrá la posibilidad de vislumbrar un futuro, pero la pregunta es ¿valdrá la pena siquiera considerarlo?



En la próxima ocasión leeremos la última parte de Tres ataúdes blancos: el epílogo titulado Después de terminar (El principio).

1 comentario:

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